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  • Es en virtud de estas afirmaciones que propongo

    2019-06-28

    Es en virtud de estas afirmaciones que propongo retomar una perspectiva literaria para pensar los modos diversos de concebir la representación, así como atender Cy5 carboxylic acid (non-sulfonated) la insistencia con que se acude a “lo real” (e incluso al “realismo”) para caracterizar las crónicas de la conquista en general y la de Bernal Díaz en particular. Ocurre que, si el realismo estético convoca preguntas acerca de la representación de lo real (y de las distintas definiciones de lo real en contextos diversos) y acerca de la verdad como problema de representación, las crónicas de la conquista de México de tradición occidental, en su aparente anacronismo, actualizan la vigencia de estos interrogantes. Si, como ya lo ha señalado Eric Auerbach (y Hayden White, a partir de su concepto de “realismo figural”), la literatura occidental puede ser interrogada a partir de la pregunta por el realismo, y si las concepciones en torno a éste varían diacrónicamente e incluso difieren en relación con los distintos contextos, en este trabajo me propongo pensar una de las modulaciones de la representación (y de la mirada crítica), a partir de un caso paradigmático que, en buena medida, funciona como metonimia de las posibilidades y los límites de la escritura cronística (tema más complejo aún en la medida en que, en el siglo xvi, las fronteras entre literatura e historia eran difusas e imprecisas, y en que nuevos discursos históricos y nuevas formas literarias, como la novela moderna, comenzaban a gestarse). Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de “realismo” en la Historia verdadera? Una lectura diacrónica de las aproximaciones críticas señaladas al comienzo muestra que la referencia al realismo bernaldiano remite, en verdad, a un número limitado de estrategias o recursos narrativos, por lo cual dice más acerca del crítico y lector contemporáneo que respecto de esta crónica. En las distintas caracterizaciones es posible distinguir cuatro dimensiones: la afirmación por parte del narrador-cronista de estar representando la verdadera historia (y que presupone dar acabada cuenta de lo real, en la trama polémica que la articula); la recurrencia del detalle anecdótico o “minucia” (para usar un término de la época) en su ilusión referencial tanto como en su significación de lo real; la pregnancia de las imágenes, en especial de batallas y enfrentamientos varios, y el lugar de la narración en la conformación de un discurso histórico, memorialista y reivindicativo. En este marco entiendo que la Historia verdadera constituye un caso testigo de las transformaciones discursivas, producto de los profundos cambios sociales y culturales que el Nuevo Mundo convocó, y que como tal, puede ser interrogada desde las preguntas que el realismo literario plantea respecto a monosaccharides las posibilidades de la representación, a la cercanía y concomitancia con el origen de la novela moderna, al uso y sentido del detalle en la trama histórica, a la conformación de un nuevo público y un nuevo tipo de escritor, entre otras posibilidades.
    La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España se propone como inscripción y despliegue memorialista de una experiencia, la conquista de México, por parte de uno de sus protagonistas, el soldado medinense Bernal Díaz del Castillo. Viejo conquistador, Bernal Díaz llegó a Cuba a los 19 años, participó en dos expediciones previas (las de Hernández de Córdoba y la de Gri-jalva) antes de unirse a las huestes cortesianas en 1519, y acompañó al capitán Hernán Cortés en todas sus expediciones, tanto triunfantes (la conquista de México) como fallidas (las Hibueras, en 1524). Años después, cuando ya es acomodado encomendero y vecino de la ciudad de Guatemala, decide encarar la escritura de su verdadera historia, tanto para contestar las historias de cronistas oficiales e historiadores (Francisco López de Gómara entre los más vilipendiados), como para solicitar bienes, reconocimientos, honores, más encomiendas, dejando, además, memoria de lo pasado. En este sentido, la Historia verdadera tiene carácter performativo: serviría como documento probatorio de méritos propios y, presentada ante la Corona española, en su valor de verdad, permitiría alcanzar los bienes deseados. Ahora bien, si esto es cierto para la génesis de la Historia verdadera (la primera copia se termina en 1568 y es enviada a España en 1575), la escritura y reescritura a la que su autor la somete a lo largo de las décadas siguientes, hasta el momento de su muerte a los 84 años, exhiben la conformación de una imagen de autor y una función-autor que concibe la Historia verdadera como morral de la memoria, como representación del pasado, como bien en sí misma.