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Otras obras citadas que conformar an las
Otras obras citadas que conformarían las elucidaciones antropológicas, sociológicas y culturales son El cine o el hombre imaginario,El espíritu del tiempo,El hombre y la muerte y Sociología, esta última es una compilación de varios trabajos sociológicos y fue aumentada en una segunda edición. Aunque se trata de faenas muy tempranas en el pensamiento de Morin, no obstante, han obtenido una buena aceptación en las referencias de los autores latinoamericanos.
Desde luego, la exposición de las ideas de Morin en sus diversos trabajos sobre El método puede mencionarse como el intento más utópico y laborioso que se haya propuesto su autor con el fin de abonar las ideas de la complejidad, aunque recubra una cantidad y variedad de temáticas. Las obras del método 1, 3 y 4 fueron las más citadas en los trabajos sobre complejidad. El conjunto de los seis volúmenes de su método puede leerse en concordancia con las ideas de la complejidad y en conexión con el resto de sus obras, aunque también puede abordarse de forma separada e independiente. Cada obra en sí misma plantea, abre y transmite, al mismo tiempo que razona, argumenta y explica una cantidad de temáticas de las más disímiles, aunque conectadas por el pensamiento de su autor.
Como se ha referido antes, no todas las obras de Edgar Morin se han gestado con la visión de desarrollar una noción de la complejidad, ni tampoco todos sus escritos son una puesta molar to millimolar punto de tales ideas. Por tanto, una pregunta que queda planteada sería la siguiente: ¿cómo delimitar las ideas de la complejidad en la vasta obra de Edgar Morin? Es evidente que existen varias obras dedicadas a la elaboración sistemática de las ideas de la complejidad y otras cuyos intereses son diversos. Incluso se podría trazar un corte histórico a partir de determinada obra, donde se hace explícito el comienzo de la construcción teórica de la complejidad. Sin duda, el tiempo que media entre los acontecimientos del mayo francés del’ 68 y la incorporación de Morin a un equipo interdisciplinario de pensadores puede ser considerado como una marca temporal de inicio del pensamiento complejo. Así lo han sugerido algunos autores e incluso Morin mismo ha situado los inicios de la década de 1970 como una nueva etapa de su pensamiento.
De ser posible esta marcación temporal, ¿no se correría el riesgo de fragmentar el pensamiento del autor? Por el contrario, si se contemplara todo el contenido de las obras de Morin con sus ideas de la complejidad, ¿no se asumiría el riesgo de globalizar y forzar su pensamiento? El propio Morin se ha encargado de responder parcialmente a estas preguntas en varias de sus notas autobiográficas, así como en el prefacio de Ciencia con consciencia, donde matiza el periplo intelectual de sus trabajos iniciales, entre otras referencias.
También otros autores han tratado de consignar el entramado complejo de su vida y su obra. No obstante, sólo será a partir del tratamiento de las propias fuentes que el lector podrá juzgar por sí mismo el itinerario intelectual de las ideas de la complejidad y definir, si corresponde o no, el momento en el que comienza a esophagus desarrollarse sistemáticamente el pensamiento complejo en la extensa obra de Morin.
CONSIDERACIONES FINALES
La obra de Edgar Morin y sus ideas de la complejidad han penetrado ampliamente en el campo teórico de América Latina. Así lo manifiesta la gran cantidad de referencias a Morin que aparecen en los artículos publicados en revistas indizadas por redalyc. La noción de complejidad que opera en la mayoría de los artículos revisados se sustenta, fundamenta y justifica en las obras de Morin. Desde luego, Morin no es el único autor de la complejidad, pero sin duda ha sido uno de sus grandes artífices y ha contribuido enormemente a su difusión más generalizada, de suerte que su nombre se asocia inmediatamente con el concepto de complejidad.
El temprano desarrollo económico y cultural que Tucumán experimenta desde las últimas décadas del siglo le confiere un carácter excepcional, en relación con el panorama ofrecido por otras provincias del denominado “interior” de Argentina. A partir de entonces la capital tucumana moderniza rápidamente su fisonomía con lujosos edificios, parques y avenidas, y la vida intelectual local se ve estimulada con seriedad por instituciones como, por nombrar tan sólo dos ejemplos significativos, la Sociedad Sarmiento, fundada en 1882, y la Universidad de Tucumán (una de las primeras universidades del país luego de las existentes en Córdoba, Buenos Aires y La Plata), inaugurada en 1914 aunque proyectada varios años antes. Tal desarrollo se vincula en buena medida con el impulso que recibe la principal fuente de economía de la provincia, la industria azucarera.
“El Tucumán moderno surgió a la sombra de las chimeneas de los ingenios azucareros”, afirma Mark Alan Healey, quien sintetiza el curso seguido por la industria local, nacida y consolidada al amparo del Estado nacional, que en un comienzo actuó como garante del poder de la élite, pero que con el tiempo se convirtió en artífice de un modelo original de ascenso para la clase media cañera y urbana, y finalmente en aliado crucial de los trabajadores para la obtención de derechos e ingresos. Según Healey, si el peronismo favoreció a los productores más chicos e impulsó la expansión de la superficie cultivada, a partir de la Revolución Libertadora se aceleró la contracción del sector y se impulsaron políticas de desregulación, que redujeron los subsidios a la industria y los reorientaron hacia los sectores de ingenios y cañeros más concentrados. En 1966, en el marco de un programa de “racionalización” de la actividad a partir de la eliminación de subsidios, la dictadura del general Juan Carlos Onganía ordenó el cierre de once de los 27 ingenios existentes en la provincia. Se trató de una drástica medida que tuvo un impacto enorme en la vida de los tucumanos, a la que aludo más adelante.